martes, 4 de marzo de 2014

La vejez de Cristina Fernández Kirchner



El sábado, en su alocución de poco menos de tres horas, la presidenta Cristina repasó los imaginarios logros de sus 6 años de gobierno. No tuvo nada de qué arrepentirse, solamente mencionó dificultades en el acuerdo IRAN-AMIA para el que pidió colaboración de otros partidos vía sugerencias.

Presentó un panorama del país Argentina que haría la envidia de los latinoamericanos, lleno de menciones a cifras amañadas o directamente falsas.

Con una actitud en el fondo desdeñosa (bajo aparente cordialidad) hacia el auditorio formado mayormente por parlamentarios y autoridades varias, más una audiencia militante y expectante, desde una plataforma de autosuficiencia atribuyó las escasas (según ella) dificultades, mayormente económicas, por que atraviesa el país a unos pocos malintencionados corporizados en los grupos concentrados, las tribulaciones del mundo que se está derrumbando, la justicia irresponsable y gremialistas en busca de privilegios abusivos.

No se hizo referencia a planes de obras futuras, solamente a la prevista reforma de los Códigos de Justicia que deberían tratar el Congreso en 2014. Quien se refugia en el mundo del pasado revela una tendencia a la añoranza, primer síntoma del espíritu de resignación con que se acepta como inevitable y triste el futuro. Quedaron atrás los sueños de ‘ir por todo’ y los grandes cambios imaginados en 2012 por la vía del socialismo bolivariano. 

CFK cayó en la cuenta de su finitud con motivo de su intervención quirúrgica a fines de 2013. Allí, durante una larga convalecencia en Olivos, pudo internalizar la inviabilidad de sus planes de cambios liberatorios gloriosos, de futuras reelecciones y reformas constitucionales, aunque fueran disfrazadas de enmiendas administrativas. Consecuencia de su admisión del fracaso y del peligro de quebrar el país antes de su fin de período tuvo que admitir algunos cambios de gabinete. Ahora el objetivo pasó a ser llegar a fines de 2015 minimizando el daño a su poder e imagen para lograr mantenerse lejos del alcance de la Justicia Penal.

En su discurso volvió a aparecer un recuerdo de Néstor, no ya como un triunfal presidente sino como un gobernador pionero, ubicado ahora en un lejano pasado de la juventud y adultez feliz que ya no está. La misma añoranza que apareció en el discurso en Florencio Varela, donde CFK rememoró sus tránsitos por esa localidad con el  bus cuando estudiaba en la facultad de La Plata o cuando era una ‘exitosa abogada’ en Santa Cruz que venía en auto a visitar su familia de Tolosa. La mirada está puesta en el pasado personal. No hay futuro en la acción pública, solamente se imagina refugiada en la familia, para ‘echar a perder’ a su nieto Iván y fotografiarse con su perro Simón.

Y aparece otro rasgo sintomático, la insistencia en los jóvenes (la ‘cría’ al decir de su hijo Máximo). Los Kamporitas a los que dedica un aparte en cada ceremonia en la Casa Rosada. ‘Son mi debilidad’, confesó en el Congreso. Sólo confío en mis hijos, declaró hace poco. Y Máximo se ha convertido en el asesor ‘in péctore’, un grandulón que terminó a duras penas el secundario, que siempre mostró desinterés por la política y ahora quieren traer a primeros planos.

El sueño de formar una juventud comprometida, ‘militante’ como le gusta decir, que compense una joven Cristina Elisabet floja en la militancia, que prefirió refugiarse en los negocios dudosos de Río Gallegos mientras otros caían por sus convicciones. Multimillonaria en divisa fuerte, entre el mito del ‘relato’ y la añoranza de años más prósperos, CFK ingresa en la vejez buscando dejar una leyenda de pareja embanderada con la liberación de la patria por medio del adoctrinamiento de las nuevas generaciones menos propensas a comparar realidades vividas. Al menos optó por un eclipse en relativa paz, a pesar de las críticas destempladas, si se compara con la criminal determinación del régimen de Maduro en imponer un ‘paraíso’ rojo por las armas, al uso de otras dictaduras despiadadas.