Un reciente
artículo de Orlando Ferreres publicado en La Nación resume información de
encuestas que muestran que la mayoría de la población de Argentina se atribuye
pertenencia a la ‘clase media’ (81%), mientras que objetivamente, en base a
datos de ingresos, la proporción de ‘clase media’ del total de la población es
47%.
Este gran
desfasaje entre percepción y realidad, debería generar un sentimiento de
frustración cada vez que la dura realidad hace ver la imposibilidad de acceder
a consumos considerados apropiados a la pertenencia imaginada.
Agrega Ferreres
en su artículo que hace 4 ó 5 décadas la clase media representaba efectivamente
más del 50% de la población.
Esto muestra una
declinación real de grandes multitudes en sus niveles de ingreso, que vuelve a
sentirse dolorosamente luego de que la ilusión de la recuperación durante el
kirchnerato, junto con la proliferación de la propaganda gubernamental, les
hiciera creer que un futuro promisorio estaba a la vuelta de la esquina. El
golpe recibido más recientemente es el ‘ajuste’ económico acompañado, en
algunos casos por suspensiones o pérdidas de empleos.
El grado de desilusión
de las masas se puede palpar por la caída vertiginosa de la popularidad de
Cristina Fernández la presidenta en las encuestas de cerca del 60% a un 30% que
algunos consideran sería un ‘núcleo duro’ de seguidores.
La evidente
incapacidad para entender la realidad económica del país que tiene CFK hace
esperar que la situación social siga deteriorándose hasta el fin de su régimen,
en diciembre de 2015 y que deje una muy complicada herencia a sus sucesores.
Por ello, lo que puede esperarse de la situación de la ‘clase media’ remanente
es que seguirá reduciéndose en tamaño en el mediano plazo y su humor seguirá
empeorando.
Es conocido el
hecho que grupos de ‘clase media’ venida a menos en Europa fueron el soporte de
ideologías autoritarias y fascistoides en Europa y otros lugares. En particular, se les atribuye haber sido la
base de sustentación del duce Mussolini y de grupos racistas europeos.
La aparición del
pintoresco Alfredo Olmedo en la Salta de esta década, que acaba de ser sacudida
actualmente políticamente por la irrupción de la izquierda del Partido Obrero,
fue signo de nuevos agrupamientos de gente disconforme con el estado de cosas
en la crisis actual. Olmedo apareció orientarse hacia el PRO hace un tiempo,
pero eligió formar una agrupación propia que terminó siendo un aliado táctico
del FPV una vez que Olmedo consiguiera su diputación nacional.
En 2013 Olmedo
propuso una restauración del servicio militar obligatorio que causó importante
repercusión y apoyo en el resto del país. El servicio militar fue suprimido
durante el gobierno de Carlos Menem luego de la muerte de un soldado en penosas
circunstancias.
Lo que parecía
una propuesta aislada y pintoresca en 2013 reapareció hace semanas replanteada
por el senador provincial (Pcia de Bs Aires) Mario Ishii del Partido
Justicialista, con el agregado de querer un plebiscito para pedir la reimplantación
del servicio militar. Este senador viene de haber sido intendente de José C.
Paz por muchos años, donde su actuación ha sido muy cuestionada. También fue un
fervoroso adherente al FPV y todas las reelecciones de CFK posiciones para las
cuales participó con mucha publicidad. Sin embargo, últimamente tuvo algunas
disidencias dentro del peronismo y su propuesta para el servicio militar fue ampliamente
rechazada por varios exponentes del gobierno.
Analizada
fríamente la vuelta del servicio militar que se propone para solucionar varios
problemas como la delincuencia juvenil, la gran cantidad de jóvenes Ni-Ni (no trabajan
ni estudian), formación de juventudes adaptadas socialmente, etc., presenta
varias contradicciones e incongruencias. Sin embargo, cuenta con amplio apoyo
popular. Se observaron encuestas favorables por cerca del 70% en medios de
comunicación con lectores supuestamente de clase media. También surgieron
algunos apoyos de personajes más bien de segunda línea de la política, todos
ellos pregonando las bondades del servicio militar como orientador y formador
de la juventud y disciplinador de delincuentes o potenciales delincuentes.
Si se entra en
los foros se nota el apoyo a estas supuestas ‘funciones’ del servicio militar
(negadas generalmente por varios militares) acoplado a una añoranza de ‘esos
tiempos’ por muchos de los ex conscriptos.
Visto así, no
parece que el apoyo a este proyecto venga de un análisis racional de sus
supuestas virtudes sino de una búsqueda de una salida improvisada ante el desasosiego
que invade a la clase media y otros sectores. Habría que preguntarse por qué
debería ‘castigarse’ a los ‘Ni-Ni’ con
uno o dos años bajo bandera cuando la mayoría no son vagos sino aspirantes que
no consiguen un trabajo digno. Pero la inconsistencia de la desesperación no
suele analizar las cosas con la debida claridad mental.
Este tipo de
propuestas destinadas a militarizar la sociedad, como si no hubiese estado ya
bajo control militar por tantos años en el siglo pasado, no vienen solas.
Consideremos en este contexto de zozobra la aparición de gran hostilidad
espontánea o violencia de grupos, que se hizo visible en llamados ‘linchamientos’
de supuestos delincuentes. Se descargan así tensiones acumuladas por los
sufrimientos causados por la creciente delincuencia que las autoridades no
parecen capaces de dominar.
Noticias
aparecidas en diarios recientemente llaman la atención a otro aspecto
relacionado al desconcierto actual de la clase media. Se trata de una creciente
propensión a los estallidos de ira, que ha llevado a varios hospitales a poner
servicios para el tratamiento psicológico de los afectados por estos
desequilibrios emocionales. La siembra permanente del odio por parte del
régimen kirchnerismo de la polarización y enfrentamiento social más la
creciente frustración causada por la multitud de dificultades superpuestas que
cada vez parecen hallarse más lejos de resolución serían factores coadyuvantes
a esta sintomatología.
Ira, violencia
desatada, tendencia a la militarización, alejamiento o rechazo del supuesto ‘progresismo’
oficial por parte de crecientes sectores afines a la ‘clase media’ (aparte de
otros grupos) parecen marcar una progresiva tendencia a la manifestación de
rasgos autoritarios o fascistas en una frustrada Argentina.