martes, 6 de mayo de 2014

Resurgen rasgos autoritarios en la clase media argentina



Un reciente artículo de Orlando Ferreres publicado en La Nación resume información de encuestas que muestran que la mayoría de la población de Argentina se atribuye pertenencia a la ‘clase media’ (81%), mientras que objetivamente, en base a datos de ingresos, la proporción de ‘clase media’ del total de la población es 47%.

Este gran desfasaje entre percepción y realidad, debería generar un sentimiento de frustración cada vez que la dura realidad hace ver la imposibilidad de acceder a consumos considerados apropiados a la pertenencia imaginada.

Agrega Ferreres en su artículo que hace 4 ó 5 décadas la clase media representaba efectivamente más del 50% de la población. 

Esto muestra una declinación real de grandes multitudes en sus niveles de ingreso, que vuelve a sentirse dolorosamente luego de que la ilusión de la recuperación durante el kirchnerato, junto con la proliferación de la propaganda gubernamental, les hiciera creer que un futuro promisorio estaba a la vuelta de la esquina. El golpe recibido más recientemente es el ‘ajuste’ económico acompañado, en algunos casos por suspensiones o pérdidas de empleos.

El grado de desilusión de las masas se puede palpar por la caída vertiginosa de la popularidad de Cristina Fernández la presidenta en las encuestas de cerca del 60% a un 30% que algunos consideran sería un ‘núcleo duro’ de seguidores.

La evidente incapacidad para entender la realidad económica del país que tiene CFK hace esperar que la situación social siga deteriorándose hasta el fin de su régimen, en diciembre de 2015 y que deje una muy complicada herencia a sus sucesores. Por ello, lo que puede esperarse de la situación de la ‘clase media’ remanente es que seguirá reduciéndose en tamaño en el mediano plazo y su humor seguirá empeorando.

Es conocido el hecho que grupos de ‘clase media’ venida a menos en Europa fueron el soporte de ideologías autoritarias y fascistoides en Europa y otros lugares.  En particular, se les atribuye haber sido la base de sustentación del duce Mussolini y de grupos racistas europeos. 

La aparición del pintoresco Alfredo Olmedo en la Salta de esta década, que acaba de ser sacudida actualmente políticamente por la irrupción de la izquierda del Partido Obrero, fue signo de nuevos agrupamientos de gente disconforme con el estado de cosas en la crisis actual. Olmedo apareció orientarse hacia el PRO hace un tiempo, pero eligió formar una agrupación propia que terminó siendo un aliado táctico del FPV una vez que Olmedo consiguiera su diputación nacional.

En 2013 Olmedo propuso una restauración del servicio militar obligatorio que causó importante repercusión y apoyo en el resto del país. El servicio militar fue suprimido durante el gobierno de Carlos Menem luego de la muerte de un soldado en penosas circunstancias.

Lo que parecía una propuesta aislada y pintoresca en 2013 reapareció hace semanas replanteada por el senador provincial (Pcia de Bs Aires) Mario Ishii del Partido Justicialista, con el agregado de querer un plebiscito para pedir la reimplantación del servicio militar. Este senador viene de haber sido intendente de José C. Paz por muchos años, donde su actuación ha sido muy cuestionada. También fue un fervoroso adherente al FPV y todas las reelecciones de CFK posiciones para las cuales participó con mucha publicidad. Sin embargo, últimamente tuvo algunas disidencias dentro del peronismo y su propuesta para el servicio militar fue ampliamente rechazada por varios exponentes del gobierno.

Analizada fríamente la vuelta del servicio militar que se propone para solucionar varios problemas como la delincuencia juvenil, la gran cantidad de jóvenes Ni-Ni (no trabajan ni estudian), formación de juventudes adaptadas socialmente, etc., presenta varias contradicciones e incongruencias. Sin embargo, cuenta con amplio apoyo popular. Se observaron encuestas favorables por cerca del 70% en medios de comunicación con lectores supuestamente de clase media. También surgieron algunos apoyos de personajes más bien de segunda línea de la política, todos ellos pregonando las bondades del servicio militar como orientador y formador de la juventud y disciplinador de delincuentes o potenciales delincuentes.

Si se entra en los foros se nota el apoyo a estas supuestas ‘funciones’ del servicio militar (negadas generalmente por varios militares) acoplado a una añoranza de ‘esos tiempos’ por muchos de los ex conscriptos.

Visto así, no parece que el apoyo a este proyecto venga de un análisis racional de sus supuestas virtudes sino de una búsqueda de una salida improvisada ante el desasosiego que invade a la clase media y otros sectores. Habría que preguntarse por qué debería ‘castigarse’ a los ‘Ni-Ni’  con uno o dos años bajo bandera cuando la mayoría no son vagos sino aspirantes que no consiguen un trabajo digno. Pero la inconsistencia de la desesperación no suele analizar las cosas con la debida claridad mental.

Este tipo de propuestas destinadas a militarizar la sociedad, como si no hubiese estado ya bajo control militar por tantos años en el siglo pasado, no vienen solas. Consideremos en este contexto de zozobra la aparición de gran hostilidad espontánea o violencia de grupos, que se hizo visible en llamados ‘linchamientos’ de supuestos delincuentes. Se descargan así tensiones acumuladas por los sufrimientos causados por la creciente delincuencia que las autoridades no parecen capaces de dominar.

Noticias aparecidas en diarios recientemente llaman la atención a otro aspecto relacionado al desconcierto actual de la clase media. Se trata de una creciente propensión a los estallidos de ira, que ha llevado a varios hospitales a poner servicios para el tratamiento psicológico de los afectados por estos desequilibrios emocionales. La siembra permanente del odio por parte del régimen kirchnerismo de la polarización y enfrentamiento social más la creciente frustración causada por la multitud de dificultades superpuestas que cada vez parecen hallarse más lejos de resolución serían factores coadyuvantes a esta sintomatología.

Ira, violencia desatada, tendencia a la militarización, alejamiento o rechazo del supuesto ‘progresismo’ oficial por parte de crecientes sectores afines a la ‘clase media’ (aparte de otros grupos) parecen marcar una progresiva tendencia a la manifestación de rasgos autoritarios o fascistas en una frustrada Argentina.