Tras la
década robada por los Kirchner, con la corrupción y desgobierno que recuerda al
período del presidente M Juárez Celman, se podía esperar que siguiera un
presidente dedicado a restaurar la economía y el crédito del país en base al
sacrificio y la honestidad.
Mauricio
Macri asumió su presidencia declarando su
preferencia por el desarrollismo, estilo de gobierno inaugurado por
Arturo Frondizi al cual Macri dice admirar y cuya foto mantiene en su despacho.
Sin embargo
poco ha mostrado este año 2016 del auge de la inversión privada a que Macri
aspiraba, y si tuvo que lidiar con la oposición peronista con la que no pudo
establecer una alianza como tampoco pudo Frondizi.
En cambio,
este gobierno macrista está conformado por una coalición de radicales de
centro, ex socialistas y conservadores al estilo de la Concertación de Agustín
P. Justo (otro ingeniero a más de militar). Se lanza a dar preeminencia a la
obra pública, carreteras y puentes (y otras), como en la época de Justo. Su
plan económico se aparta de las recetas liberales, tendiendo a las recetas ‘new
deal’ frecuentes en la época de Justo, complementadas con controles y barreras
al servicio de los productores e industriales argentinos. No vemos (¿todavía?)
medidas más severas como las fijaciones de precios y controles de las Junta
Nacionales pero siguen muchas prácticas heredadas del kirchnerismo, como dar créditos subsidiados al consumo.
También se
ha acrecentado o mantenido la burocracia del gobierno nacional, acompañada por
un aumento real de los impuestos y tasas, pese al discurso en sentido
contrario.
Faltan los
componentes ignominiosos de la Concertación, como el fraude y la corrupción
(caso de los frigoríficos con Luis Duhau), ¿debemos decir por ahora?
En
síntesis, un gobierno conservador
popular, de gente de dinero que busca conquistar el apoyo popular cargando
el peso de la restauración económica en la clase media y media baja.
Macri
amplió la burocracia estatal al poner 21 ministerios (hasta ahora), con 23
ministros y un jefe de gabinete. Entre los ministros y secretarios hay varios
cuyo mérito consiste en ser ‘amigotes’ de Macri; alguno, como el ‘Rasputín
criollo’ que hace de jefe y centraliza toda la comunicación oficial, basada en
una falsa comunidad de todos vamos juntos a hacer obras.
Mostrar una
ideología definida está prohibido, así como mostrar discrepancias fuertes con
el discurso verticalista. Esta carencia de una línea o plan central económico
se muestra en los vaivenes de los anuncios. Por ejemplo, la primera mitad de
2016 se caracterizó por un Macri que aumentó el gasto fuertemente, caso de la
pensión universal a los mayores, el plan de la supuesta ‘reparación histórica’
a los jubilados (que por otro lado es achicada con los ajustes por inflación
insuficientes), el plan de salud universal, el plan del agua, etc. Por ej, el
Plan universal de salud, enunciado con gran estruendo a comienzos de agosto iba
a atender a 15 millones de personas. En los hechos se tradujo en un plan de
pagos para la deuda que el Estado tenía con las obras sociales sindicales de
2700 millones de pesos. Pero el anuncio muestra su inconsistencia, decían que iban
a dar servicios médicos a 10 millones de argentinos que no los tienen, o sea,
que cada 3 de los argentinos restantes, que en su mayoría apenas pueden
sostener su salud debían juntarse para pagarle un plan a otro, un despropósito.
Para aumentar la propaganda engañosa se decía que iban a estar todos como en
CABA donde supuestamente todos tienen planes de salud (es falso).
De golpe en
noviembre Macri empezó a instruir a sus funcionarios en que debían moderar los
gastos y después se congelaron las vacantes en el gobierno nacional, todo lo
contrario a lo hecho a comienzo del año, cuando se preservaron la mayoría de
los empleos venales otorgados por CFK en 2015, salvo los altos cargos que
fueron remplazados por la burocracia oficialista. Algunos casos, como los de los
ministerios de Hacienda, Interior o de Bienestar Social habían sido notorios
por su rechazo a todo tipo de racionalización.
Otra
característica destacable que acerca el macrismo al estilo de la Concertación
es el esfuerzo para lograr la aquiescencia de la jerarquía de la Iglesia
Católica, en este caso la del Papa Francisco, similarmente a los esfuerzos de
Justo por acordar con el Papa que visitó Argentina para el Congreso
Eucarístico. Esto se muestra también en el macrismo cuando concertó con los
‘movimientos sociales’ satélites o afines al Vaticano y en la concesión de
beneficios como el costosísimo arreglo de la ley de ‘emergencia social’.
En
síntesis: un gobierno que rechaza y hace alarde de no tener ideología y muestra
signos de una nueva versión del conservadurismo popular, pero sin otro objetivo
expreso que hacer obras, como si en la selección del tipo de obras y la
obtención de los recursos no se estuviese evidenciando una ideología
subyacente.
El 6 de
febrero pasado en el Cenard Macri contó que su sueño había sido ser una
estrella como jugador nº 9 de Boca Junior. A pesar de querer ocultarlo diciendo
que está muy orgulloso de su trabajo presidencial, es claro que su fuerte es el
futbol, y que lo de presidente es una opción para la cual no parece haberse
preparado. Si creía que se entrenaba para presidente leyendo la vida de Mandela
se equivocó, por algo dijo hace poco que estuvo 7 meses en el cargo sin
encontrar el rumbo. Es claro que no se había preparado ni había elegido un
equipo homogéneo para ejecutar una política preconcebida, la fundación Pensar
obviamente tuvo alcances muy modestos. Al contrario, parece que no esperaba
ganar las elecciones en 2015. Cuando era Jefe de Gobierno de la CABA, una vez
le propusieron mover a Marcos Peña a un cargo político, a lo cual él se opuso diciendo
que era ‘como cortarle una pierna’. Inconscientemente así estaba ratificando
que piensa como futbolista, pues la
mayor parte de la gente en su lugar hubiese dicho ‘me cortan un brazo’ pero
para un futbolista la pierna es más importante que el brazo.
En todo
momento el PRO ha evitado delinear una ideología de gobierno nacional, más bien
se ha comportado como si la idea fuese construir un ‘movimiento’ donde el hilo
conductor sea solamente la figura de M. Macri. El PRO se ha negado sistemáticamente a plantear una
batalla ideológica destinada a combatir los relatos kirchneristas y peronistas.
Y parece ser que si existe una ideología del PRO habría que buscarla por el
lado del estatismo, de los modelos socialistas nórdicos a los que
frecuentemente ponen como ejemplo funcionarios clave como Rodríguez Larreta o
Federico Sturzenegger. El mismo F. Pinedo, jefe de la bancada PRO en el Senado
nacional en una entrevista reciente en Clarín se entretiene resaltando los
antecedentes filo-marxistas de su abuelo homónimo que fuera ferviente admirador
de las ideas de Marx y frecuentara a Rosa Luxemburgo y Bernstein (Eduard,
reformador socialista). También se entusiasma Pinedo al decir que su abuelo fue
el primero que impulsó el intervencionismo del gobierno en Argentina, un
keynesiano pre-Keynes, etc. Ese Pinedo además, fue ministro de A P Justo. Más
claro, agua.
Macri
puso como su primer ministro de Hacienda
al socialista keynesiano, estructuralista Alfonso Prat Gay. Qué podía esperar
con sus antecedentes, sino que quisiera aumentar el gasto del gobierno y se
resistiese a despedir los kirchneristas que sobreabundaban en su ministerio. P.
Gay terminó despedido para ‘homogeneizar’ el equipo gubernamental. ¿Pero no es
socialdemócrata también el Jefe de Gabinete ‘Marquitos’ Peña? Se dijo, pero
como buen ejemplar PRO nunca va a auto adscribirse a una ideología concreta.
Las medidas
de gobierno del macrismo hasta ahora, no causarían escozores ni a Tony Blair, el
ex primer ministro del Reino Unido por la tercera vía laborista, ni al actual
presidente francés, el socialista François Gérard Hollande. En cambio, de ningún modo sería bien vistas por
la ex primera ministra Margaret Thatcher conocida liberal británica. No hay
mucha duda en esto.
Después de
esto, si alguien piensa que este gobierno es liberal, pues está bastante
equivocado… Quizás el primer equivocado sea Macri que mucho no debe de haber
reflexionado sobre este punto. En enero de 2017 el PRO se afilió a la Unión
Demócrata Internacional. Alguien no está por sus cabales aquí, parece que
deberían buscar la Internacional Socialista, como sus socios del la UCR.
Un gobierno
que en vez de bajar el gasto para reducir el déficit fiscal y los impuestos se
inaugura sin achicar en nada el entramado burocrático, prometiendo tras un año ‘racionalizar’ las
estructuras, que empieza multiplicando el número de ministerios y secretarías,
que no ha encarado para nada la reducción de las sucesivas capas burocráticas
sino que solo hizo lugar para sus propios burócratas. Que ha dejado al arbitrio
de cada ministro o jefe si reduce o no el personal supernumerario que dejó el
kirchnerismo (por no decir gobiernos anteriores), siempre en forma muy limitada
para no levantar resistencias sindicales. Para tratar de reducir el gasto se ha
ensañado con las clases medias (media y baja) haciéndoles pagar no solamente la
normalización de varias tarifas a valores reales sino el costo de sus renuncios
ante todas las demandas de diversos grupos sociales y políticos, aunque algunas
tengan razonabilidad. Es que Macri ha pagado TODOS los rescates extorsivos,
tanto de gremios que amenazaban con medidas de fuerza, como de los senadores
provinciales del peronismo, pidiendo constantemente mayores participaciones en
la recaudación pero sin encarar reducciones de gastos, incluso algunos
gobernadores e intendentes han incrementado notoriamente las plantillas de
personal.
La llamada reforma al impuesto a las ganancias nacional de fines de
2016 ha desnudado las intenciones del ex ministro Prat-Gay y de la Jefatura de
Gabinete, tratando de disimular con una tímida suba del mínimo no imponible la
inmovilidad de las alícuotas, que hubiera resultado, de haberse aplicado a
descuentos del orden del 35% sobre sueldos apenas estos pasasen valores
mensuales brutos del orden de 2 mil dólares americanos. Una exacción que fue
abortada por la unánime reacción de la oposición, que forzó al gobierno a
negociar un cambio también tibio de las escalas.
Ante la
pobreza de inversiones privadas reales, no las anunciadas, y la
incertidumbre de los mercados, el gobierno redobla la apuesta en la obra
pública buscando un rebote de la economía. Pero yerran cuando quieren
financiarse subiendo la carga impositiva, el peso del gigantismo estatal, de
una burocracia que ya compone el 35% del empleo formal son un freno tenaz, cada
vez más agravado para que encima lo aumenten quitando poder de compra a la
gente. El problema no es el déficit en sí sino el gasto desmedido. El gobierno
no lo ve.
Mientras
tanto, Macri, según las indicaciones del
equipo del Jefe publicista Peña aparece dando mensajes de aliento a la población,
como si la realidad no hablase por sí misma. La herencia recibida fue
desastrosa, pero nunca quisieron explicitarla y ahora el silencio se les vuelve
en contra. Pero los errores propios son inocultables, a pesar de la
contabilidad ‘creativa’ de las cuentas nacionales. La verdad se cuela por los
medios, aún de los benevolentes, y el publicista Peña y su gente solo atinan a
condenar los análisis críticos, pidiendo optimismo y confianza. Mucha confianza
tienen los votantes todavía, a pesar de las marchas y contramarchas de esta
administración que luce desconcertada. Lamentablemente.