martes, 18 de octubre de 2011

Infancia en el Conurbano cuando El Que Te Dije salía al Rosado Balcón (2a parte)


Al principio, cuando nos mudamos, no teníamos heladera. Al tiempo mi padre se compró una usada a la que hizo poner un motor nuevo. El trabajo lo hizo un alemán. Cuando hablábamos de mecánica lo mejor eran los alemanes. Había varios emigrados del fin de la guerra por el barrio. Unos que vivían enfrente de casa eran un matrimonio con dos hijos. El hijo tenía mi edad (era alemán) y su hermana era un año mayor. Esta gente había tenido dinero en Alemania, hablaban del yate y sus casas, pero ahora no tenían nada, solo los muebles de la casa que alquilaban. El padre hacía corretajes de algún rubro en que había sido empresario en Alemania. Todo lo que ganaban se lo gastaban en fiestas con otros alemanes. Tan mal lo habían pasado en la guerra, entre los bombardeos y comiendo cualquier cosa para sobrevivir que vivían al día y no querían ahorrar.
En la esquina había un taller que fabricaba piezas de autos. Era propiedad de un italiano y sus hijos que empezaron en un galpón y fueron progresando con los años. Yo pasaba allí horas en tiempo de vacaciones impresionado con las máquinas que doblaban metales y soldaban y estampaban. Una vocación por la técnica que después las circunstancias del mercado desviaron para otro lado. Esta gente fue aumentando el tamaño del negocio y en tiempos de Frondizi se agrandaron mucho. Siguieron creciendo con la industria automotriz y en los 70 sufrieron las consecuencias. Los muchachos montoneros consideraron que habían ganado demasiado y decidieron secuestrar a uno de los hijos. No recuerdo el final de la historia, me parece que fue trágico porque me enteré por los diarios, pero no estoy seguro.  De todos modos, qué puede interesar la suerte de un ‘chancho burgués’ frente a la gloria de la ‘liberación nacional’ y la felicidad popular? Así pensaban estos infradotados, la soberbia armada, creyéndose expresar mayorías, y sin ver que eran una minoría descarriada. Alguna vez puede ser que el Poder Judicial (le queda grande el nombre de ‘La Justicia’) cambie de onda y castigue como se merecen estos crímenes de LESA HUMANIDAD.
De algunas otras hazañas de los guerrilleros urbanos nos llegaron noticias de lejos. Por ej. nos enteramos al tiempo que al gerente general de la empresa donde había trabajado mi padre (esto pasó cuando ya se había jubilado) lo secuestró un grupo que pidió recompensa. Algo anduvo mal y lo asesinaron. Historias frecuentes en los 70 que ahora se ocultan, para re-escribir la historia y presentarlos como muchachos idealistas. Algunos lo fueron y pagaron con la vida la estupidez. Otros más siniestros jugaron a dos puntas y se pusieron a salvo cuando las cosas empeoraron para ellos. Ahora son los supuestos héroes de la resistencia contra la dictadura. Hubo también muchos que no integraban los grupos armados y fueron perseguidos, torturados o asesinados por tener ideas no gratas para los militares. En medio de esta guerra semi-oculta transitaba y trataba de vivir sobreviviendo la gran mayoría que no estaba con ninguno de los bandos pero no tenía otra alternativa que aguantarlos a todos y tratar de proteger a la familia.
Si uno se atiene a la propaganda peronista habría de creer que Perón o Evita andaban por todos lados y uno tendría ocasión de verlos a menudo. Nada más ajeno a la realidad. Perón hablaba en actos, por la radio, a veces salía al interior, pero para verlo personalmente (no en el cine) había que irse a los actos, cosa que la mayoría no quería hacer para no tener que aguantar plantones en medio de multitudes entusiastas no aptas para meros indiferentes curiosos. Los pobres empleados públicos o los maestros eran los sacrificados que tenían la ‘suerte’ de ser elegidos para rellenar los actos y aumentar el número de ‘fervientes’ multitudes. Si uno se negaba, lo más probable es que perdiese el empleo, o lo trasladasen bien lejos.
Sin embargo, hubo una vez que tuve la oportunidad de ver no solo al General sino a Evita fugazmente. Típico encuentro de la época, en la escuela se corrió la noticia de que venía de un viaje en tren del interior (creo que era época de elecciones) y que iba a pasar por la estación del pueblo.
Fue una fría mañana y allí me dirigí solo (mis padres no tenían interés). Habría una treintena de curiosos y algunos devotos esperando. Entre otros estaba la vecinita alemana con una amiga de la madre esperando el paso del tren. La estación era nada más que un andén con un reparo techado de madera, herencia de las construcciones de los ingleses. La oficina del jefe y las boleterías quedaban del otro lado de la vía. En un momento la gente empezó a moverse porque veían acercarse al tren famoso. ¿Que se vio? El General y Evita iban asomados a la ventanilla del tren que pasó bastante rápido. Perón saludaba sin entusiasmo con la mano pero Evita era más efusiva. Junto a ellos había otra gente, recuerdo mejor a dos mujeres. Estas tenían una función muy importante e inesperada, arrojaron monederos con dinero hacia la gente que estaba en el andén. Para un peronista parece que era natural ir a ver al ‘líder’ esperando recompensa. Quizás esa era la norma de los actos, o quizás querían premiar la presencia más espontánea en medio de tanto servilismo. La cuestión que un monedero cayó justo a los pies de la muchachita alemana. Pero ella no había ido por interés, de modo que no se dignó a agacharse para levantar la ofrenda. Otra mujer, una paisana argentinísima, rápidamente se acercó y levantó las monedas. Quizás había ido para eso y no se lo iba a perder. Anécdota peronista sobre la que no iban a escribir ni Pavón Pereyra ni Leonardo Favio, seguramente.
Según las películas y escritos que actualmente hablan de aquel entonces parece que las multitudes que seguían a Eva Perón. Mi experiencia, que puede diferir de la de otros que vivieron aquella época, es la de verla en los noticieros, sea haciendo regalos a los que se acercaban a la Fundación, a alguna actividad de ella o inaugurando alguna instalación destinada a servicios sociales. También la escuchábamos en discursos encendidos pronunciados en los grandes actos peronistas de los 17 de octubre u alguna otra celebración. Estos eran transmitidos por la cadena radial. Su temática era siempre exaltar la figura de Perón como si fuese el visionario más grande de la historia, el General como lo llamaba que había venido a instalar la justicia social. También tenía una oratoria de barricada destinada denostar a los ‘vendepatrias’, ‘oligarcas’ y otros gruesos epítetos que dirigía a los opositores, sin ningún reconocimiento de alguna buena intención. Se encomendaba al pueblo para que defendiese y protegiese al General de sus enemigos. Siempre había gente que se acercaba, como a cualquier personaje público, pero las multitudes se juntaban para las grandes celebraciones convocadas por la CGT y el Partido Peronista, donde, además, debían concurrir compulsivamente los empleados públicos, los obreros sindicalizados, etc, además de los activistas que lo hacían espontáneamente. Cuando murió hubo una gran repercusión popular y mucha gente fue a ver sus restos durante los varios días de duelo que hubo. También hubo muchos que fueron obligados a desfilar frente al féretro, incluso a usar luto por bastante tiempo. El luto que se usaba por entonces para los hombres consistía en una cinta alrededor de un brazo en el saco, o una cinta negra rodeando la copa del sombrero (que muchos empleados usaban), o la corbata negra. Las mujeres usaban alguna ropa negra.
La muerte de Eva ocurrió sin mucho aviso. En general el gobierno no informó sobre el estado de salud de Evita, salvo alguna operación que le hicieron. No se sabía bien que tenía, salvo que se hablaba de que le hacían transfusiones de sangre. Ya cerca del final empezó a circular el rumor de que estaba muy mal y una noche, cuando estábamos por escuchar el noticiero de las 20:30, como de costumbre, apareció la cadena nacional y un hombre dijo algo así como que ‘La Señora Eva Perón ha fallecido a las 20 y 25 horas’. En esos tiempos era costumbre para Semana Santa pasar música clásica o fúnebre. En el caso de la muerte de Evita también estuvieron varios días con programas radiales adaptados a las circunstancias. Para nosotros la muerte de Eva fue un hecho fuera de la rutina pero no nos causó mayor impresión, ni alegría ni tristeza, más bien inquietud por lo que pudiera suceder. Yo no noté gran repercusión entre la clase media. Puede ser que los más pobres lo hayan sentido profundamente, pero no se puede pretender, como dicen los peronistas, que haya habido un dolor generalizado. Como suele ocurrir, la propaganda modifica la historia y crea la memoria parcializada. A partir de la muerte empezaron a hacer clases alusivas en las escuelas. Como siempre, en la que yo iba los recordatorios fueron bastante moderados. Hacíamos algún trabajo pegando figuritas en los cuadernos recordando algún aspecto de su obra o recitábamos algunas frases de ocasión. En otras escuelas más céntricas estas actividades tuvieron mayor peso y frecuencia. Conocidos mío aún recuerdan esas frases que tenía que recitar: ‘Eva Perón ha muerto. La República está de duelo. El pueblo argentino en lo que tiene de más noble y más puro llora la muerte de la mujer más abnegada que ha conocido….’.
De Eva también quedó el recuerdo de una mujer de temperamento fuerte que tenía una gran influencia en el gobierno pese a no ocupar cargos oficiales. Tenía un ejército de seguidores que atendían a sus órdenes, y muchos obsecuentes que se  desvivían en atenderla para tratar de lograr algún beneficio. Era famoso el vocabulario poco digno de una dama que prodigaba, sobre todo en sus frecuentes momentos de enojo cuando algo no funcionaba como ella quería. Recuerdo una anécdota que circuló por entonces que contaba que tuvo esperando al embajador de España en la antesala de su despacho por mucho tiempo y este se impacientó. Enterada Eva pidió que lo hicieran entrar diciendo: ‘Hacé pasar a ese gallego de mierda!’, cosa que el aludido escuchó claramente pero no podía replicar por cortesía diplomática.
No recuerdo ningún hecho alusivo al voto femenino que fue aprobado en aquellos años. Es otro tema que para la propaganda parece haber sido muy popular. Aparte que ya varios partidos lo habían propuesto antes, la iniciativa de Eva fue decisiva para que el Congreso se moviese y la aprobase. Además, los peronistas especulaban con obtener gran porcentaje de los  votos femeninos, como efectivamente ocurrió en las elecciones siguientes (creo que en 1952). Es posible que para mi madre el voto no haya sido importante, sobre todo por la opinión que tenía de la política. Lo cierto es que nunca me comentó nada sobre la conquista de voto o algo relacionado con ese tema. Tampoco registro comentarios de otros miembros cercanos de la familia. Supongo que habrán tenido que sacar la libreta cívica para votar pero parece haber sido un trámite más.
Los entretenimientos que teníamos entonces, aparte de la bicicleta eran escuchar la radio (de noche en familia) o ir al cine. En la radio escuchábamos alguna serie como la de los ‘Pérez García’ o los cómicos de Sandrini.  Recuerdo que todas las noches había un micro programa donde un señor comentaba alguna noticia de actualidad ocurrida en otro lugar del planeta. En general eran sucesos negativos. Al terminar, siempre decía ‘Así está el mundo mis amigos, pero claro está que no en la Argentina!’. Se ve que ya entonces estábamos ‘blindados’. Otra distracción cada tanto consistía en ir con mi madre en colectivo a alguno de los grandes parques situados cerca de la periferia de Buenos Aires para entretenerme en los juegos o tener más espacio para correr.

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