martes, 25 de octubre de 2011

Infancia en el Conurbano cuando El Que Te Dije salía al Rosado Balcón (recuerdos de la patria peronista en los 50's-3a y última parte)


La salud del barrio estaba en manos de una instalación de la Cruz Roja que tenía unas 3 salas de consultas. Allí venían médicos varios y se tomaban turnos para atenderse. Seguramente habría algún médico de barrio pero nosotros no íbamos. En aquella época no estaba desarrollada la medicina obligatoria impuesta por el régimen de Onganía, es decir, el descuento forzoso del sueldo del trabajador para aportar a una obra social. Cada persona era libre de contratar un servicio de salud y había, aparte de la medicina estatal, organizaciones mutuales, generalmente pertenecientes a colectividades, donde se prestaban servicios médicos. Cuando yo era niño y vivía en la Capital estábamos afiliados a una de estas mutuales. Ahí fui varias veces cuando era muy chico porque tuve salud bastante delicada.  Pero cuando fuimos al pueblo en el conurbano ya dejé de ir a esa mutual, no sé si mis padres se borraron de la misma entonces o más tarde.
También recuerdo haber ido a un policlínico muy grande construido por la Fundación Eva Perón. Me parece que fui en una sola oportunidad por un problema en un pie. El policlínico me impresionó por su tamaño y para su época debía ser muy bueno. Esta clase  de salud gratuita estatal era obra del gran médico Ramón Carrillo, mientras duró, y fue desmembrada por el gobierno militar que derrocó a Perón, junto con toda la organización de la Fundación.  Una de las barbaridades de los militares fue perseguir a Carrillo que terminó muriendo en Brasil. Realmente no entendieron para nada el fenómeno peronista.
En donde nuestra familia vivía no se veían ni actos ni movilizaciones políticas. Los actos peronistas ocurrían en el centro, no ante nuestra vista. Tampoco veíamos gente que se dirigiese en grupos o masivamente a los actos que convocaba el oficialismo. Sabíamos de unos pocos vecinos que eran peronistas, por ej. la familia que vivía al lado de nuestra casa. Algunas pocas veces mi padre hablaba de temas políticos con el hombre pero eran conversaciones circunstanciales y no polémicas. Se hablaba más del barrio, de los árboles o plantas, estado de la casa etc.
Los niños nunca hablábamos de política. Algún comentario nos avisaba que cierto niño era de familia peronista pero nadie mostraba algún activismo o intento de convencer, ni siquiera discutir esos temas. Los famosos campeonatos Evita que veíamos en los noticieros del cine y ahora son motivo de gran propaganda del peronismo eran eso para nosotros: algo que transcurría en lugares alejados, como por ej. Mar del Plata adonde nunca íbamos a ir. Jamás vi un cartel en la escuela que invitase a inscribirse en esos campeonatos o las colonias de vacaciones, ni supe de algún compañero que haya ido. Estas cosas se daban por supuesto que eran para los amigos del régimen, o con pertenencia a alguna organización gremial. Lo mismo pasaba con los regalos de la Fundación Eva Perón. Juguetes que veíamos en el noticiero, una niña recibiendo una gran muñeca. A nadie se le hubiera ocurrido pensar que eso era para nosotros.
Carencias: me ha quedado muy grabado el tiempo en que mi madre me mandaba a hacer la cola para conseguir elementos que escaseaban. La pretensión de la economía peronista de controlar los precios en valores irreales tuvo por resultado que faltaban varios artículos. Había que ir al almacén a preguntar qué día iban a llegar las partidas e ir entonces a hacer la cola para conseguir lo que fuese. Era así el azúcar morena o la papa. Lo que había a diario era el pan de mijo porque el trigo había desaparecido. No se supo si no lo plantaban o lo reservaban para exportar o lo contrabandeaban. El que se vendía era un pan sospechoso que no se sabía bien con qué lo hacían pero que al día siguiente no se podía comer porque se ponía verde supuestamente de moho. Otro faltante era el keroseno, aunque nosotros no consumíamos mucho, también escaseaba. También faltaba la papa blanca vendiéndose la papa negra y brotada.
Con un dejo de caradurismo dijo una vez Gómez Morales (ministro de Perón) que la gente hacía estas colas contenta por el bien del país. Yo no vi gente contenta, más bien resignada ante lo que no podían cambiar y parecía inevitable.
La moneda iba perdiendo de a poco su valor. El gobierno subía los sueldos y todo quedaba más o menos igual. Los tiempos buenos del 49 ya habían pasado. Recuerdo que había un chiste sobre el billete de un peso (creo que era de ese valor). El peronismo había cambiado el dibujo de los billetes y había puesto figuras que se suponía recordaban sus logros. Alguna figura que tenía era el número 1, un barco, unas espigas  y otras figuritas. El chiste me lo contó otro niño y decía, con la apoyatura de esas imágenes: ‘un peso no vale nada, si lo decís te exportan’ (alusión a los emigrados refugiados políticos).
A falta de libertad para expresarse los ‘contreras’ (nombre que daban los peronistas a la oposición) se desquitaban creando chistes para ironizar la realidad de cada día. Uno de los objetivos preferidos del humor punzante era el Gobernador Carlos Aloé.   Este hombre había sucedido en el cargo al Coronel Domingo Mercante que decían había hecho una buena gobernación. Mercante había sido un leal amigo de Perón y de Eva, y uno de los promotores del regreso al poder del 17 de Octubre de 1945. Antes de que Perón reformase la Constitución en 1949 para poder reelegirse indefinidamente, no existía la reelección del Presidente en forma continuada. Por ello, Mercante alimentaba lógicas expectativas de suceder a Perón. Pero el General no quería competidores, dijo una vez que ‘su heredero era el pueblo’, una forma de decir que, a pesar de la pregonada teoría de la ‘Conducción Política’, Perón no formó ningún sucesor. La pretensión presidencial de Mercante le valió ser declarado ‘traidor’ al peronismo y expulsado en 1953 del partido, destituido y desaparecido del escenario político. Como sucesor fue Carlos Aloé a la provincia, con el antecedente de ser un incondicional de Eva (y milico, como correspondía a la época). Era tan evidente su nulidad intelectual que comenzaron a circular toda clase de chistes donde se lo mostraba como un inútil corto de entendederas. Recuerdo uno de ellos donde se lo interrogaba por la identidad de un personaje representado en un busto sobre una heladera con una mano sobre el vientre y otra sobre la espalda. Después de errar varias veces, le dieron una ayudita: el general…Y el gobernador dijo, Pero claro, el General Electric!
Cuando empecé la escuela secundaria también llegó el tiempo de viajar en tren todos los días. Los ferrocarriles aún conservaban la organización de los ingleses, el horario de trenes significaba algo, es decir, llegaban a la hora que decía el papel. Los vagones iban llenos pero estaban bien cuidados. Los vagones eran de primera categoría (con butacas de cuero) o de segunda, con asientos de madera. Estaban limpios y a nadie se le ocurría pintar las paredes o cortar el cuero de los asientos. Era gente que había tenido otra formación cultural, incluso en la pobreza cuidaban el bien público y no creían que rompiéndolo perjudicaban a algún ricachón.
Otra pieza de propaganda peronista es que Perón creó las condiciones para que los obreros (los pobres) pudieran llegar a estudiar en la universidad. Realmente no se qué sustento tienen estas afirmaciones. De los compañeros de la primaria la mayor parte de los que completaron la primaria (o sea casi todos) no siguió estudios secundarios. Algunos entraron en las academias de la Policías Federal o Provincial. La mayoría se dedicó a trabajar, cosa que no era difícil por entonces porque había pleno empleo. Para asistir a la escuela secundaria había que ir a otros pueblos o centros urbanos pues la escuela secundaria en el lugar se instaló varios años después de la caída de Perón (Gobernación de Oscar Alende). La mayoría tomaba el tren e iba a Belgrano o para el norte. El único dato concreto sobre facilidades para los estudios de los pobres de la época es la creación de la Universidad Obrera, posteriormente devenida UTN. Personalmente vi poca gente de bajos recursos en la universidad, ni en la época de Perón ni posteriormente. Como ejemplo, reconocidamente restringido, tengo la familia de mis primos (todos referidos a tiempos posteriores a Perón):
Tios a) el padre era un operario de trabajos irregulares, autónomo que hacía trabajos a domicilio o pequeñas changas. De los varios hijos ninguno que recuerde siguió la secundaria. Uno de los varones se convirtió en empresario textil con el tiempo y llegó a ser el más rico de todos los otros primos.
Tíos b) el padre era un bancario de alto nivel gerencial. Los hijos terminaron todos el secundario y se emplearon (dos en bancos). No siguieron en la universidad porque no quisieron, no por falta de recursos. Sólo la hija mayor ya de grande inició estudios de abogacía mientras trabajaba, desconozco si se graduó.
Tios c) el padre era un obrero textil calificado. Ambos hijos terminaron la secundaria, uno se recibió de ingeniero en la UTN mientras trabajaba.
Tíos d) el padre empleado en un ferrocarril. Los hijos se recibieron en la secundaria y se emplearon, no tenían interés en estudiar.
Tíos e) el padre era comerciante por aquel entonces con buen pasar. Las dos hijas completaron la secundaria. La mayor se graduó en la universidad.
Tíos f) el padre era dueño de un colectivo con el cual trabajaba en la calle. Los hijos se graduaron en la secundaria. Uno estudió y se graduó universitario.
Tío g) el padre era un pequeño empresario. Los tres hijos hicieron la secundaria. El mayor llegó a ser un pequeño empresario. Otro hermano se dedicó a la publicidad con suerte variada. La hija fue ama de casa.
En resumen, no veo ninguna impronta en que el gobierno peronista haya influido (salvo el caso de la UTN) sobre las facilidades de estudiar en la universidad. Antes y después de Perón estudiaron los que tenían medios, pero, sobre todo capacidad y voluntad para hacerlo y una familia que los alentó o respaldó. 
Como dije antes, mi padre era un empleado administrativo en una empresa privada. No sé si antes de Perón tenía vacaciones como las que el gobierno peronista promulgó. Vacaciones pagas tuvo siempre. Pero la jornada de trabajo era la de un empleado no sindicalizado. Normalmente tenía un horario de 8 horas por día y 4 el sábado. Pero cuando venían los balances o cierres de ejercicio tenía que trabajar horas extra y hasta días feriados. Ignoro si le pagaban extra por ello, aunque algún descanso compensatorio le daban. Con el tiempo fue subiendo de jerarquía y llegó a tener una jefatura intermedia. Solo en los últimos años de trabajo, en la medida en que la empresa también fue mejorando, pudo hacer algún ahorro significativo, que fue gastando cuando se jubiló, pues como siempre en Argentina, las jubilaciones comunes han sido de insuficientes a escasas para vivir decentemente.
Mis estudios y nuevas compañías después de la primaria hicieron que mis caminos se fueran alejando del barrio. Poco a poco fui dejando de ver a mis antiguos compañeros de la primaria.
Todo esto fue quedando en el pasado. Se avecinaban días de grandes tribulaciones, luchas entre facciones de las fuerzas armadas, turbulencias sociales. La tranquilidad de la escuela en el pueblito fue quedando atrás, la vida se fue complicando ya años antes de que nos mudásemos a instancias de las huelgas salvajes que los obreros le hicieron al presidente Illia.
Cuando tuvimos que mudarnos de vuelta a la ciudad por las huelgas mi padre vendió la casa y compró un departamento de tres ambientes. Hubo un beneficio inesperado a consecuencia de la mudanza. Como teníamos pendiente una solicitud de teléfono con ENTEL desde hacía casi 15 años, fuimos ‘premiados’ con una línea pues allí había alguna vacante y la antigüedad nos daba prioridad. Casi 15 años de espera, va para los que añoran esos tiempos de estatismo y quieren volver. Fue un verdadero ‘premio’ porque una línea telefónica llegó a venderse por 5 mil dólares. En el pueblo había un teléfono público en la estación del ferrocarril y allí íbamos en caso de necesidad. Mi abuela tenía una línea desde la época de la Unión Telefónica, antes que fuera estatizada, es decir, cuando tener teléfono no era un lujo (la central se llamaba Buen Orden).
En setiembre del 55 un grupo militar desalojó a otro grupo que era el respaldo de Perón en el poder. Nuestra familia vio el suceso como la llegada de un alivio. Había en el ambiente una sensación de ahogo por la censura, la violencia política y el estado precario de la economía. Volvíamos a la libertad de poder leer y hablar de lo que se nos daba la gana. Pero la tranquilidad duró poco, las turbulencias políticas y luego las económicas se reavivaron y en eso nos consumimos los argentinos por largos años.

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